PlayStation 4 le está comiendo el terreno a pasos agigantados. Todo el planteamiento de Xbox One ha sido poco menos que un error y lo que está cosechando Microsoft son las cenizas de lo que realmente esperaba. No nos vamos a engañar, sólo hay que hacer un poco de memoria para recordar los prolegómenos de la actual generación.

Hoy todos nos acordamos del momento en que supimos que Xbox One sería más cara quePlayStation 4, ya que vendría con un Kinect que nadie había pedido y —para colmo— estaría más limitada técnicamente que PlayStation 4. A esta polémica le siguieron otras, como las intenciones iniciales de Microsoft de no permitir la venta de segunda mano o prestarle un juego a tu amigo. Todo esto ya indicaba que Microsoft se estaba confundiendo mucho, y aunque después del lanzamiento fueron rectificando (Kinect no mandatorio, precio a la par, los juegos finalmente no llevarían ninguna clase de DRM) lo cierto es que desde el inicio se intuía una falta de sentido común muy grande en los pasos de los de Redmond.

Hoy los resultados están sobre la mesa. La competencia de tú a tú es prácticamente imposible y Microsoft tiene que buscarse la vida sobre la marcha. Todo el desmorone comienza hace unas pocas semanas, cuando se supo que el esperadísimo —y exclusivo— Quantum Break de Xbox One aparecería también en PC’s con Windows 10. La gran mayoría de fans se sintió estafada por esta decisión y la pregunta que surgió de miles de voces fue «¿y para qué quiero yo una Xbox One?». Al poco supimos también que Forza aterrizaría también en Windows 10, reforzando esta nueva estrategia de Microsoft de no darles ni una satisfacción a sus seguidores más leales. Que el futuro Gears of War 4 salga en PC será algo que no extrañará a nadie de producirse el anuncio.

Las quejas están justificadas. Los usuarios no pueden entender por qué deberían poseer una Xbox One cuando pueden tener los mismos juegos en sus PC’s y jugarlos online sin tener que pagar ninguna clase de cuotacomo sí ocurre en Xbox One. Todo este asunto ha creado cabreos masivos y no son pocas las comunidades online donde han proliferado las ventas de Xbox One. La gente se está comenzando a deshacer de ellas en una mezcla entre rabia y decepción hacia Microsoft. Por supuesto, las comparaciones entre la consola y la plataforma de Windows 10 no se han hecho esperar.

El ruido ha sido lo suficientemente audible como para que Aaron Greenberg (Microsoft) haya salido a la palestra a través de su cuenta personal en Twitter para defender a su compañía de la hostilidad recibida. A la pregunta de por qué se debería pagar por Xbox Live cuando cualquiera puede jugar online de manera gratuita en Windows 10, Greenberg respondía que se debía a un “modelo de negocio diferente, coste de propiedad y que son dos mercados muy diferentes”, sin dejar de mencionar que Xbox Live Gold “ofrece un valor increíble a la consola” concluyendo que todo se basa en una “cuestión de gustos”. Como no podía ser de otra manera, aludió a que construir un PC tan potente como Xbox One cuesta tres veces lo que una Xbox One. Al final lo redujo todo a que “no tenía sentido comparar Xbox One y Windows 10 en términos de funcionalidades online y capacidades de hardware”. Ya que uno es una plataforma estática, mientras que la otra puede ser mejorada de manera constante.

Todo parece indicar que Microsoft seguirá apostando por crear un “ecosistema” entre Windows 10 y Xbox One, pero lo que no están viendo es en realidad el malestar general que está generando en gente que gastó su dinero en Xbox One pensando en disfrutar de unos juegos exclusivos que, al final, no lo están siendo tanto.

Fuente: gamestribune.com