Cada vez se habla más de los alcances de lo virtual, sus cambios en ejes de distinto tipo. Y cada vez más aparece la idea de interacción. Desde la robótica y la cibernética hasta tutoriales en software de oficina o los videojuegos hogareños. Las experiencias en cuestiones de aprendizaje y enseñanza con métodos que implican consolas de video son varias. Los juegos pueden ser de distinto tipo, pero la relación entre lo multimedial y lo lúdico y su incursión en áreas que, a priori, le son ajenas provoca el descarrilamiento de estructura concebidas hace ya largo tiempo.
Los videogames quizá sean la industria cultural más importante de todas. Pero videojuegos no son solo Call of Duty (COD), Grand Theft Auto (GTA), Worldcraft, God of War, o mercados como PlayStation o Xbox. También existen videojuegos como Journey, que exponen una experiencia estética al jugador pocas veces lograda o juegos del tipo seriousgame, como September 12th, donde al jugador se le plantean cuestiones humanas ligadas a la guerra y el terrorismo. 
Es decir, el videojuego es un dispositivo interactivo que puede ir más allá del divertimento simple, y lograr, gracias a ese estado complejo de interacción, la construcción de imaginarios sociales complementarios a eso que algunos se empecinan por nombrar como “realidad” y sus variantes históricas, políticas, económicas, culturales, artísticas, etc.